jueves, 28 de noviembre de 2013

Historia de Los primeros hostales be Colombia

Turismo de bajo costo



¡De mochileros!

El alojamiento compartido es la mejor opción para quienes desean conocer más por menos dinero. Colombia le está apostando a esta tendencia y abriendo sus puertas a los hostales.

Una mochila en la espalda y unos cuantos billetes en el bolsillo bastan para salir a conocer el mundo. El espíritu aventurero, infaltable en las travesías, es la característica común de estos viajeros que andan sin complicaciones para impregnarse de las costumbres, la gastronomía, los bailes, las noches y el lenguaje de cada región a la que arriban. Tan sólo un elemento más del universo que parece inacabable y es redescubierto infinidades de veces por turistas provenientes desde África hasta América Latina.     Para estos aventureros, los hostales son la mejor alternativa de alojamiento, una idea que surgió en 1912 en Alemania, cuando en el Castillo de Altena se adecuaron los dormitorios para estudiantes que requerían una acomodación cómoda, limpia y sobre todo a bajo costo. Lo que empezó como un albergue juvenil terminó en una de las tendencias más importantes del turismo hoy.     Europa se convirtió en la cuna hostalera. En Colombia, los mochileros empezaron a llegar en grandes cantidades hace más de 25 años y fueron los pioneros en la construcción de estos espacios. Entre los más antiguos están Platypus, en Bogotá, y Casa Viena, en Cartagena, con más de 20 años, seguidos de Casa de Felipe, en Taganga, con 14, e Iguana, de Cali, con 15. Los primeros doce hostales unieron esfuerzos y crearon la Asociación de Hostales de Colombia.     Carolina Marín, directora ejecutiva de esta corporación, asegura que actualmente hay alrededor de 700 propiedades, ubicadas en su mayoría en Bogotá, Medellín, Cartagena y Taganga. La asociación cuenta a la fecha con 38 hostales afiliados y tres hoteles que cumplen con las características de hostal, distribuidos en 24 destinos como Puerto Nariño, Buga, Tierradentro y Bahía Solano.     Pasar la noche en estos sitios cuesta en promedio entre $20.000 y $25.000. Europa es la región de donde proviene el mayor número de huéspedes (44%), seguida por Norteamérica, con el 23%, y Latinoamérica, con el 13%.     Para los colombianos, esta cultura es poco conocida, excepto aquellos que han salido del país y conocen la modalidad de hospedaje. Pero quienes la ignoran se sorprenden con el hecho de compartir una habitación con personas nuevas. La falta de room service, televisión y minibar o la necesidad de lavar los objetos que usan en las cocinas comunales son todavía limitantes, explica Marín.     El desconocimiento hace que se estigmatice el servicio. Sin embargo, poco a poco se ha ido cambiando esta mentalidad. “Esperamos que las entidades gubernamentales se preocupen más por esta industria, ya que nuestro punto débil ha sido la ilegalidad, la competencia desleal y la guerra de precios. Si la seguridad sigue por buen camino, podríamos llegar a acercarnos a países como Australia, Tailandia, Argentina, Perú y naciones del este europeo que le apostaron a este hospedaje y hoy están viendo los resultados en el crecimiento de todos los eslabones en la cadena turística”, concluye Marín.     En los últimos años el sector se ha fortalecido. Los integrantes de la asociación reportan una ocupación promedio por encima del 70% y se estima que en Bogotá, por ejemplo, hay más de 50 hostales, cuando hace diez años había sólo dos o tres. Además se ha evolucionado en los portafolios de servicios que incluyen sauna, piscina, clases de cocina, yoga y surf, conciertos e incluso préstamo de bicicletas.     Por su calidad, los hostales colombianos también son reconocidos internacionalmente. Hostel Bookers, una agencia en línea proveedora de alojamientos económicos, incluyó más de quince propiedades en el país. Mistella Salsa, en Cali, por ejemplo, es referenciado como uno de los parajes ideales para aprender a bailar salsa.     Las necesidades específicas de los turistas han transformado la logística de los hostales. Hostel Bookers, por ejemplo, diseñó guías para vegetarianos, historiadores, mujeres y amantes del diseño. Sistemas de reciclaje y uso de energías renovables, desayunos orgánicos y edificios que fueron prisiones o conventos hacen parte del abanico de posibilidades. Hospedajes con personalidad para todos los gustos.

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